La urbanización de los barrios populares siempre representa un gran desafío, pero cuando se trata de comunidades ubicadas en laderas de montaña, que enfrentan temperaturas extremas y nevadas intensas, los obstáculos se multiplican. En los últimos años, se han llevado a cabo experiencias significativas de urbanización en diversos barrios de la región patagónica, con estrategias adaptadas a las particularidades de estos territorios. ¿Qué implica la integración socio-urbana en estos barrios? ¿Qué aprendizajes han dejado estas experiencias?
“Éramos un lugar olvidado. Las mejoras que se fueron haciendo no sólo nos unen como vecinos sino que ponen en valor nuestro lugarcito en el mundo.” Vecina del Barrio «Esperanza Arriba»
El lado B de la Patagonia
En la región patagónica de la Argentina, la distribución espacial está fuertemente condicionada por la imbricación entre mercado inmobiliario, industria turística e industria extractiva. La dificultad estructural para acceder a suelo urbano, servido y asequible para los sectores populares es aún más excluyente en la zona cordillerana.
Como contrapartida, los barrios populares suelen ubicarse en aquellos intersticios de tierra donde el sector privado aún no está interesado en penetrar (laderas de montañas y cerros, bardas, bordes de ríos y arroyos, filos de canteras, grandes pendientes, mallines y bosques) y donde la topografía, la falta de centralidad urbana y el riesgo ambiental dificultan aún más el acceso a los servicios y la consolidación de la trama urbana.
A su vez, la vida en los barrios populares está marcada por las dificultades impuestas por su geografía y el clima extremo. Uno de los principales desafíos es garantizar el acceso a servicios básicos. Para las familias patagónicas, contar con la red de gas para calefacción y cocina es esencial, pero en muchas zonas, la falta de infraestructura obliga a recurrir a conexiones eléctricas informales y precarias, lo que aumenta el riesgo de incendios, especialmente durante el invierno.
Además, la infraestructura vial es otro punto crítico: las calles de los barrios, ubicados en las laderas de la montaña, requieren de un diseño adecuado para facilitar el acceso y la circulación, tanto de los niños que deben atravesar heladas para llegar a la escuela, como de las mujeres que, día a día, cargan pesadas bolsas de compras, materiales de construcción o leña para calefaccionar. A esto se suma la necesidad urgente de garantizar el acceso constante al agua potable en las viviendas, un recurso escaso en una región rodeada de grandes espejos de agua que atraen al turismo de todas las latitudes, pero que no aseguran el abastecimiento a los barrios populares.
“En invierno es difícil, tener suficiente leña para no pasar frío durante los meses invernales es una tarea de todo el año … simplemente tener cloacas que llevan, no solo al mal olor de los pozos, sino a las enfermedades que sufren los niños como dolores estomacales, fiebre , diarrea”, Vecina del Barrio Esperanza Arriba.
Para hacerle frente a la complejidad de vivir en la ladera de la montaña, desde hace años los vecinos y vecinas se han organizado en torno a estas demandas para pensar, diseñar y planificar proyectos de mejoramiento de sus barrios, teniendo en cuenta sus necesidades y demandas históricas, como también, las potencialidades de sus experiencias organizativas locales. De esta forma, la combinación entre la viabilidad fáctica de los proyectos y la apropiación comunitaria de las intervenciones, han dado como resultado un avance significativo y exitoso en los procesos de integración urbana de los barrios populares patagónicos.
Esperanza Arriba, la comunidad y el proyecto
En San Martín de Los Andes, Neuquén, el proceso de urbanización de los barrios Esperanza Arriba, ubicado en la ladera del Cerro Curruhuinca y Colonia Maipú, hacia el noreste de la ciudad, muestra a las claras el impacto positivo que tiene la organización comunitaria. Estos barrios, surgidos hace más de 15 años, han logrado mejorar progresivamente la materialidad de las viviendas, la trama interna de circulación, las condiciones en las que se accede a servicios como el agua y la electricidad. Además, junto a las organizaciones comunitarias, han desarrollando espacios educativos, de recreación y de contención que hacen al proceso de habitar la ciudad.
La articulación entre un entramado de actores diversos fue un sustento importante para desarrollar el proyecto de obras de integración urbana que tuvo financiamiento del Fondo de Integración Socio Urbana. El proyecto contó con la participación de las comisiones vecinales de ambos barrios, organizaciones sociales, el municipio de San Martín de Los Andes, la ex-Secretaría de Integración Urbana de la Nación y fue ejecutado por la cooperativa de trabajo Evita Limitada, de extensa trayectoria a nivel local.
Esta experiencia combina el trabajo comunitario en los barrios populares de la localidad, un amplio recorrido en la lucha por un hábitat justo y un gran conocimiento en gestión técnica de obra y política pública. A partir de este saber acumulado, y con la creación de una mesa de trabajo para la formulación y seguimiento del proyecto, se llevó adelante la ejecución de obras estructurales como las redes de agua y electricidad, alumbrado público, conexiones intra-lote de luz y agua, complementado con obras de accesibilidad, circulación y contención. Tales intervenciones, surgidas de diagnósticos previos construidos en ambos barrios, fueron incorporadas en la etapa de diseño e incluso durante la ejecución, a causa de necesidades que iban emergiendo.
“Los técnicos que llevaron adelante el proyecto tuvieron la dificultad de que las obras a realizarse tenían complejidades territoriales, que no permitían la implantación de los modelos genéricos provistos por nación. Para ello, fue muy importante la participación de los vecinos indicando por dónde había ojos de agua, escurridas, deslaves, derrumbes, accesos, como también, la experiencias constructivas en las zonas. Los proyectos y modelos fueron re-elaborados para desarrollar una adaptabilidad a las zonas de montañas, antisísmicas y con nevadas.” Miembro de la Cooperativa Evita Limitada.
A partir de las obras ejecutadas se lograron construir más de 130 metros de escaleras metálicas y 240 de veredas de hormigón para mejorar la circulación interna y el acceso a los barrios, muros de contención y gaviones, con el objetivo de prevenir deslaves y desprendimientos en las laderas montañosas, demandas históricas en esta zona de la ciudad que hasta el momento no habían encontrado respuestas concretas. Una vecina de Barrio Esperanza Arriba sostiene: “la escalera anterior no tenía buena accesibilidad ni seguridad (…) en el invierno se congelaba y sufrimos caídas por el hielo y por no tener baranda”
La integración socio urbana como política de Estado
Pensar, diseñar y planificar los proyectos desde el territorio, en un equilibrio entre el saber técnico y el comunitario, contribuye a la optimización de lo recursos en la ejecución y mantenimiento de las obras, pero fundamentalmente da cuerpo al carácter participativo de la integración urbana, al ser los vecinos quienes proponen, validan y desarrollan las proyectos de obra en relación con las demandas históricas de cada barrio, las características ambientales y las potencialidades de las experiencias organizativas locales. Lógicamente que, para garantizar esta participación comunitaria, se ha requerido de herramientas y líneas específicas orientadas a tal fin.
La validación mediante consulta vecinal en el diseño y ejecución de los proyectos, la institucionalización de mesas de integración barrial, la contratación de mano de obra local y el financiamiento de obras a cooperativas trabajo y organizaciones comunitarias de los propios barrios, han sido dispositivos claves en la política de integración de estos barrios populares, generando un hito en los modos de gestionar la problemática de la informalidad urbana. En ese sentido, se reconoce la importancia de políticas públicas con perspectiva federal que promueven el desarrollo territorial de barrios y comunidades con déficit habitacional históricos y estructurales.
La co-gestión a partir de la articulación virtuosa entre diferentes entramados institucionales, nacional, provincial y municipal, organismos internacionales y organizaciones territoriales, es un enfoque innovador que ha evidenciado buenos resultados. La acción estatal junto con las redes comunitarias y locales, ha mostrado ser capaz de consolidar una trama de gestión capilar, garantizando la llegada de las intervenciones a miles de barrios populares a lo largo y ancho del país.